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Centro Latinoamericano de Constelaciones Familiares

¿A qué nos referimos cuando hablamos de Trauma?

¿A qué nos referimos cuando hablamos de Trauma?

Por Tiiu Bolzmann


Hasta hace unos años atrás, se hablaba del trauma como algo que uno ha sufrido a través de un accidente, un acto violento, en experiencias atroces como guerras o catástrofes naturales. Luego, acercándonos a la actualidad, y con los aportes de las diversas terapias de trauma, el significado fue cambiando. Hoy sabemos que el trauma es una reacción regulatoria del sistema nervioso central en caso de experiencias devastadoras que no pudieron ser procesadas en el momento. Se diferencia entre trauma de shock, trauma transgeneracional, trauma colectivo y traumas de desarrollo en la infancia.

En el trauma de shock hay una situación devastadora en la cual la persona siente el peligro de perder la vida.
Los traumas transgeneracionales no surgen a partir de experiencias propias, sino de acontecimientos sucedidos en generaciones anteriores. Estos se transmiten entre otras causas a través de la epigenética.
Los traumas colectivos, en cambio, son los que le han sucedido a una cultura, comunidad o país y que han afectado a muchas personas a la vez. Estos traumas no son percibidos como tales porque son parte de la cultura misma.
Los traumas de la infancia son aquellos que se producen cuando la criatura experimenta situaciones que no es capaz de resolver. En este caso, hablamos de experiencias no digeridas. Muchos problemas en la vida del adulto tienen su causa en estos traumas.

Trauma
El trauma es una experiencia que no fue procesada. El sistema nervioso central reacciona a una situación abrumadora reduciendo la sensibilidad hasta congelar los sentimientos en el cuerpo y en la memoria. El trauma nos desconecta de nosotros mismos, de los demás, de nuestra naturaleza y de nuestra alma.
El trauma no es el evento, sino una función de regulación del sistema nervioso frente al evento devastador. El trauma puede, además, ser transmitido a las siguientes generaciones.
Una misma situación puede afectar a las personas diferentemente. Para algunos es una experiencia límite de existencia, y para otros no. Depende de la disposición previa que trae su alma y de los sucesos que la persona ha superado en su vida, a esto último denominamos resiliencia. Una persona es resiliente si tiene la posibilidad de manejar e integrar hechos abrumadores.


Pasos para integrar el Trauma

Para tratar el trauma necesitamos ser conscientes del acontecimiento. Se necesita espacio y tiempo para acceder a los sentimientos congelados o negados. El primer paso es reconocer que la desensibilización del sistema nervioso fue una solución inteligente en el momento del peligro.
Es importante crear un espacio de confianza en el cual la persona se sienta segura y acompañada, para compartir la emoción que se ha congelado. Luego hay que ubicar el hecho en el pasado y crear espacio y tiempo entre el acontecimiento y la actualidad.
En este proceso de mirar el hecho, hay que tomar en cuenta la diferencia entre lo sucedido y el momento presente donde se mira aquello. Es muy importante darse cuenta de que cuando se mira ahora aquella situación, se lo hace en conexión con alguien, es decir, acompañado y esto es una experiencia nueva.  Ahora alguien me toma de la mano y me acompaña. Esto no sucedió en el aquel entonces. Muchas veces el trasfondo del trauma es una relación inadecuada. Ahora estoy en una relación adecuada porque ya no estoy solo. Estoy visitando el pasado acompañado, me acuerdo del dolor pero esta vez ya no tengo que soportarlo solo.
Es una gran equivocación de muchos psicoterapeutas considerar que el simple hecho de volver a vivenciar la situación lleva de por sí a la sanación. Esto no es así. Uno puede hacerlo mil veces solo y cada vez vivenciar el mismo horror. La pura regresión no sana.
Diferente es cuando se vuelve a la situación estando en relación. Eso crea una nueva experiencia. De esta manera puedo hacer una nueva valoración. Hay alguien que me dice que tengo valor, que no fue mi culpa, que no lo provoqué, que no estuve equivocado y esta nueva valoración derrite el hielo.
Entonces, no volvemos a vivenciar solamente la experiencia. Esto puede ser esclarecedor, pero la verdadera transformación ocurre cuando podemos hacer una nueva experiencia que produce un movimiento nuevo. Esto es sanación.
Muchas veces sobreestimamos nuestra capacidad de integrar. Y no nos damos cuenta dónde están nuestros límites. Al tomarse tiempo para este proceso, caminar de a pequeños pasos, el sistema se puede reorientar. Si vamos demasiado rápido, otra vez no logramos digerirlo.

La trauma-terapeuta alemana, Dami Charf, cuenta un aspecto interesante de su experiencia. Dice que la integración del trauma se logra mejor en grupos. El tronco cerebral experimenta el encuadre individual como peligroso, porque en la mayoría de los casos la traumatización sucedió en una situación donde la persona estaba sola con quien la había dañado. En la consulta individual se encuentra en la misa situación. De repente está solo en un lugar con el terapeuta, la puerta se cierra y ya no puede huir. Charf dice que la gente se vuelve rígida porque el terapeuta parece ser el tigre que lo está observando/acechando. Aunque el paciente mentalmente declara que confía en el terapeuta, se ve que el cuerpo dice: “ojo!”  Cuenta que los pacientes se sienten entonces más seguros en grupo. Hay testigos, pueden cuidarse mutuamente. “Cuando trabajamos sobre diferentes temas, como por ejemplo ‘límites’, se acompañan mutuamente y se sienten seguros”.
En el trabajo con el trauma es importante establecer la auto-regulación.  Ayudar a las personas a encontrar sus recursos y empoderarlas.
En la infancia todos desarrollamos nuestra capacidad de frustración.  El trauma de desarrollo en la infancia achica nuestro recipiente de frustración. El trauma de shock, en cambio, lo hace explotar y nos lleva a disociar. Trabajar para ampliar o reconstruir nuestro recipiente de frustración nos empodera y aumenta nuestra resiliencia.  Esto logramos en primer lugar cuando conocemos nuestro cuerpo desde adentro. En segundo lugar, cuando estamos más presentes.

Resumiendo: Cuando una persona adulta es capaz de mirar el hecho traumático de la infancia, lo puede hacer con la conciencia de que nunca más va a volver a estar en la situación de aquel entonces. Ha sobrevivido y nunca más va a experimentar lo mismo, porque ya no está en esa relación de dependencia en la que se encontraba, cuando aquello sucedió. Puede entender que el miedo y el dolor son parte de la vida, y también que no ha muerto por lo acontecido, son que ha sobrevivido.


¿Cómo tratamos entonces las emociones?

El trauma nos impide estar presentes hasta que llegamos a tomar contacto con la emoción que no pudimos sentir en aquel momento. La energía que quedó fraccionada crea inseguridad. Cuando llegamos integrar esta energía, volvemos a sentir seguridad.
Lo mejor que podemos hacer con una emoción es darle lugar en relación. Es una manera de ir conociendo la emoción. El otro paso es quedarse en la emoción y sentirla.
Para esto necesitamos disponer una relación coherente y segura. Crear la función que permita que mi sistema nervioso pueda estar conectado con el otro. Así puedo ajustarme en el otro. El grupo también tiene un sistema nervioso. ¿Cómo podrían sentir un grupo?


¿Podemos salir del Trauma solos?

Primero tenemos que saber que el trauma es una fuerza al servicio de la evolución. A su vez, contiene hábitos que necesitan ser cambiados, pero hay que tener especial cuidado y no forzar a la persona, sino se verá obligada a utilizar el “freno de mano” y todo quedará igual. La sanación sucede desde adentro, no desde afuera, por eso el paso de la integración, tiene que venir desde adentro.
Ahora la pregunta es si se puede hacer este proceso solo o se necesita ayuda externa.
Lo que podemos hacer desde nosotros mismos es
  1. Fortalecer nuestros recursos con la práctica interna, que nos da fuerzas para encontrar nuestro camino sin disociarnos.
  2. Darle la bienvenida a la vida. Encontrar un entorno sanador. Aquí es importante entender que lo que nos hace sentir bien no siempre es lo que nos hace bien.
  3. Descubrir cuándo es tiempo de consultar un profesional que nos acompañe.

¡Es una gran equivocación creer que la vida tiene sólo cosas lindas; no, también se compone de la satisfacción de resolver las no tan agradables!


La vida en círculos

La vida se desarrolla en diferentes círculos. Está la línea vertical de la voluntad y alrededor hay círculos. El primer círculo es el de la intimidad, luego vienen los diferentes estados del desarrollo en la familia, la pareja, el trabajo, la amistad.
Cuando estoy traumatizada en mi círculo íntimo, no puedo responder. Pero puedo manejar muy bien los otros círculos. Puedo hacer cosas importantes, pero no puedo estar bien en mi vida personal o en mi familia. No siento claramente lo que tengo que hacer.
Si no tengo un “sí” o “no” claro hacia algún asunto, no puedo reaccionar claramente. Es decir que si no tengo acceso a los asuntos que me preocupan, tengo que dejarlos fuera. Cuando no puedo sentir, estoy en un hueco.



Tiiu Bolzmann es Lic. en Filosofía, Pedagogía y Sociología (Frankfurt). Terapia Sistémica Familiar, Supervisora y Entrenadora en Asesoramiento Sistémico (Austria). Discípula directa de Bert Hellinger desde 1990. Pionera en traer el trabajo con las Constelaciones Familiares a Sudamérica en 1999. Fundadora y directora del CLCF y la Editorial Alma Lepik. Creadora de la primera Formación en los Órdenes del Amor y las CF del mundo. Docente Hellinger Sciencia®. Trauma Terapia (St. Just). Entrenamiento en Trauma Colectivo con Thomas Hübl (Pocket Project). Autora del libro ¿Qué son las Constelaciones Familiares? (Alma Lepik, 2018).